14 de julio de 2013

"En homenaje al Tío", por Jorge Taiana

El triunfo de Héctor J. Cámpora en las elecciones del 11 de marzo de 1973 fue la culminación de un largo proceso que comenzó en el año 1955 con el derrocamiento del General Perón. Durante esos 18 años, la lucha del pueblo peronista fue ganando intensidad, sobre todo a partir del Cordobazo en 1969, que marcó el inicio de la decadencia de la dictadura de Onganía, a la vez que puso en evidencia la emergencia de nuevos sectores obreros combativos y juveniles comprometidos con la idea de un cambio revolucionario.
Esos nuevos actores juveniles que se referenciaban en el movimiento estudiantil del Mayo Francés, la Revolución Cubana y la lucha del Che querían cambiar el mundo y creían que la revolución era el camino para la transformación de la sociedad. En el caso de la Juventud Peronista se unía a esos ideales el legado de Evita y su inclaudicable lucha por la Justicia social.

Se percibía un mundo en ebullición en el que el socialismo era una esperanza para las grandes masas populares en Asia, África y, por supuesto, América latina. Un mundo de grandes cambios, en el que un pequeño país, Vietnam, derrotaba militarmente a los Estados Unidos. Un mundo en transformación que a partir del Concilio Vaticano II y la Celam también alcanzó al pensamiento religioso latinoamericano, tal como lo refleja la Declaración de Medellín en el año 1968.

Eran momentos en los que las mayorías tenían expectativas de cambio y luchaban por una sociedad más justa, libre, soberana y con mayor desarrollo económico y social. Fueron esas mayorías las que llevaron a Cámpora al gobierno, las mismas que en Chile habían votado a Salvador Allende y experimentaban el acceso al socialismo por vía democrática.

En ese escenario también hay que considerar tres elementos que fueron invisibles para algunos, y posteriormente se revelaron políticamente como fundamentales. Por un lado, el surgimiento de un masivo movimiento juvenil que se referenciaba en las organizaciones armadas que protagonizaron la resistencia. Por otro, las organizaciones sindicales burocratizadas que recelaban de ese movimiento de jóvenes y que se oponían al cambio que se aproximaba. Y por último, el peronismo tenía una dirigencia política tradicional que en su mayoría se había mantenido al margen de la resistencia durante la dictadura. Estos tres actores se vieron obligados a convivir dentro del peronismo en esa etapa que llevaba al fin de la proscripción.
Héctor Cámpora fue el elegido por el General Perón para conducir el regreso del peronismo al gobierno. Se trataba de un dirigente de larga trayectoria, pero que había interactuado con ese movimiento juvenil y era consciente de la fuerza transformadora de la juventud. Después del 25 de mayo de 1973, se pone en evidencia la intransigencia al cambio por parte de algunos sectores, lo que se traduce rápidamente en una tensión y conflicto al interior del peronismo. ¿Cómo se expresan esas tensiones? En forma práctica en una ola de ocupaciones en el aparato del Estado, algunas de las cuales fueron promovidas por la juventud, con el objetivo de sacar a los representantes de la dictadura e iniciar el cambio lo más rápido posible. Mientras que otras fueron llevadas a cabo por los sectores de derecha para crear una imagen de gran desorden y de caos.
En ese conflicto, la mayoría de la derecha peronista paulatinamente se va acercando al establishment económico y militar que había gobernado hasta entonces la Argentina, y coinciden en impedir los cambios y las transformaciones que proponían los jóvenes con el apoyo de Cámpora. Ya un poco antes, un sector de esa derecha, que tenía su máxima expresión en López Rega, un hombre muy cercano a Perón, había comenzado una serie de operaciones contra Cámpora, buscando dañar su imagen. Le decían a Perón que Cámpora no estaba cumpliendo con lo arreglado y que se estaba llevando al país a un gran desorden.
El punto de inflexión lo constituye el 20 de junio de 1973, cuando durante el regreso de Perón se produce la Masacre de Ezeiza organizada por la derecha peronista para intentar frenar el avance de la juventud y de la izquierda peronista y, así, evitar el encuentro con Perón. El discurso de Perón de esa noche decepcionó enormemente a todos los jóvenes, porque los responsabilizo de la situación cuando en realidad habían sido las víctimas. Todos los que participamos de esa gran movilización sabemos que fuimos sorprendidos por el ataque criminal de la derecha para frustrar el acto, porque no querían que pudiéramos demostrar nuestra gran capacidad de movilización frente a Perón.

Otro momento decisivo fue el 5 de julio, cuando se realiza en la casa de Gaspar Campos donde se alojaba Perón una reunión de gabinete a la que asiste Isabel y dirige López Rega ,y en ella se plantea que Perón tenía que ser el presidente, desconociendo lo acordado previamente acerca del rol que Perón iba a jugar en esa etapa como embajador de unidad regional. Ante ese planteo, que en la práctica significaba un golpe palaciego, de inmediato Hector Cámpora y Vicente Solano Lima ponen su renuncia a disposición de Perón. Las renuncias fueron aceptadas el día 13 de julio, en coincidencia con algunas manifestaciones organizadas por José Rucci, que era parte de la maniobra para terminar con el gobierno de Cámpora. De inmediato se envió al senador Alejandro Diaz Bialet, que era quien continuaba en la línea de sucesión, a una misión a Argelia, con el objetivo de dejar a Raúl Lastiri, presidente de la Cámara de Diputados y yerno de López Rega, a cargo de la Presidencia de la Nación. Una vez que Lastiri asumió, convoco a las elecciones para el 23 de septiembre de 1973, que ganó por más del 60% de los votos la formula Perón-Perón.
Resulta paradójico que toda esa expectativa de cambio, que esa mirada y esperanza regional que estuvo representada en la asunción de Cámpora con la presencia del presidente de Cuba, Osvaldo Dorticós, y del presidente de Chile, Salvador Allende, en el plano interno se vio frustrada por una alianza entre los sectores más conservadores de la sociedad, la derecha del peronismo, el establishment económico y los militares que habían sido su "partido armado" en las últimas décadas en la Argentina
En el plano internacional y regional, con la perspectiva que dan los años, se puede ver que la Argentina recuperó un gobierno popular luego de 18 años de proscripción en coincidencia con el comienzo de una profunda crisis económica en el orden global. El comienzo de esa crisis tiene una fecha exacta y es octubre de 1973, con la guerra de Yom Kipur, que cuadriplica el precio del petróleo.
La paradoja de ese proceso y el desencuentro histórico de la Argentina es que el triunfo popular se obtiene cuando a nivel mundial las luchas populares por la liberación empiezan a perder fuerzas. En Latinoamérica se consolidan proyectos políticos reaccionarios y golpes de Estado que enfrentan a esos procesos populares. En Brasil, desde hacía un tiempo había dictadura, en Bolivia se vio frustrada la experiencia de Juan José Torres, en Perú había terminado el proceso nacionalista de Juan Velazco Alvarado, en Uruguay, luego de decenas de décadas de gobiernos democráticos, se produce un golpe militar, y en Chile el 11de septiembre, 10 días antes de las elecciones de Perón, se produce el golpe que va a terminar con el gobierno y la vida de Salvador Allende.
En resumen, Cámpora es el hombre que condujo, con el soporte estratégico de Perón, la derrota de la dictadura de Lanusse, intentando contener a una nueva Argentina Tuvo un rol sumamente importante en la recuperación de la democracia, a la vez que generó una expectativa y un programa de cambio para la Argentina con eje en el desarrollo económico y la justicia social. Cámpora fue la expresión de las luchas y aspiraciones del campo popular y el hecho de que su gobierno haya terminado con una frustración no le quita ningún mérito. Su renuncia fue resultado de no poder contener a las fuerzas que desde hacía tiempo estaban en conflicto. Creo que su reivindicación es un acto de justicia histórica, por su lealtad y compromiso con el liderazgo de Perón y, fundamentalmente, con el pueblo argentino. Un hombre que a lo largo de 18 años de proscripción no se prestó nunca al juego del colaboracionismo ni del neoperonismo. Un hombre que nunca traicionó sus ideales y pagó con la cárcel y el exilio su militancia, un ejemplo de honestidad. Vaya este artículo como homenaje al querido compañero Héctor Cámpora, el Tío para los jóvenes de entonces.
Fuente - Miradas al Sur: http://bit.ly/15uwwen

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