29 de abril de 2014

En defensa del Plan FinEs

Con pocos días de diferencia, dos artículos (el de Daniel Muchnik el 8 de abril; el de Claudia Peiró el 14) aparecidos en el diario Infobae denuestan con variados argumentos el Plan FinEs, por el cual pueden concluir su secundario quienes lo hubieran abandonado en su juventud.

En un primer momento (“FinEs puro” se lo llama hoy en día), el plan fue pensado para quienes adeudaran sólo algunas materias del último año. En 2010 se lanza el FinEs 2, gracias al cual toda persona que desee cursar todo el primario o todo el secundario, puede hacerlo, en el marco de este Plan, con la siguiente importante salvedad: la aprobación de las materias, la evaluación de los exámenes y la provisión tanto de los docentes como del material de estudio corre por cuenta de los Centros Educativos de Nivel Secundario (“CENS”) de las 23 provincias argentinas, más la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (http://fines.educ.ar/contacto.php), todos ellos dependientes del organismo de educación de máxima jerarquía de cada jurisdicción. Estos CENS datan de la década del ’70 y proceden de la entonces Dirección Nacional de Educación de Adultos (Dinea).

La normativa que justificó la creación del FinEs y que avala su calidad educativa es rigurosa: el Ministerio de Educación de la Nación celebra convenios con otros organismos del Estado (y de las provincias) para que la implementación del FinEs cumpla protocolos homogéneos de programas, criterios de evaluación y aprobación de materias, competencias de los docentes afectados al mismo, requisitos de cursada presencial de parte de los alumnos adultos y material de apoyo (libros, programas de Canal Encuentro, los 28 DVDs para quienes no pudieran seguirlo desde el televisor).

En la provincia de Buenos Aires, por ejemplo, está regido por la Resolución Nº 3520/10 de la Dirección General de Cultura y Educación (“creación del FinEs 2”), y las resoluciones del mismo organismo números 444/12 y 6321/95 (fuente http://fines2.wordpress.com/reglamentacion/).

La lectura de los “considerandos” de estas tres Resoluciones revela la voluntad del Estado de promover y fomentar una tarea muy difícil: la educación del adulto. La posibilidad de que una persona elija asistir a un secundario nocturno, está demostrado, es la opción de una ínfima minoría entre la población que trabaja ocho o más horas durante el día, porque el esfuerzo de regresar a casa a eso de las 11 de la noche para levantarse al día siguiente a las 4.30 provoca cuanto menos somnolencia en ambos ámbitos: el laboral y el del estudio.

El periodista Muchnik tiene el descaro de decir que el Plan FinEs provoca “un desaliento formidable para los que cursan normalmente en escuelas nocturnas y seguramente con esfuerzo”. La periodista Peiró, por su parte, titula su nota “La estrategia del gobierno es generar un ejército de analfabetos funcionales con titulo secundario”.

Ambos artículos aluden en primer lugar a un supuesto clientelismo (el Plan FinEs comenzó en 2008, en el primer año del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, pero había surgido de una idea de Néstor Kirchner muy válida y fecunda: los adultos que no lo lograron en su juventud tienen que poder cursar el secundario en horario de trabajo y en su lugar de trabajo).

En segundo lugar esas notas alegan que la calidad educativa de un programa de tres años de duración con tres veces por semana de actividad presencial, es inferior a la del secundario de cinco días a la semana.

El primer argumento remite a la recurrente descalificación de los programas de políticas sociales de establecimiento de derechos: no son para beneficio legítimo de los destinatarios, sino para “ganar votos”. Hace ya 10 años que los dos gobiernos de Fernández de Kirchner y el de Kirchner han hecho de la inclusión social un norte. Y en esta sociedad de la información, establecer políticas para alinearse en la consigna “Primero, la Educación” contribuye al desarrollo con inclusión y al mismo tiempo, en la dimensión individual, constituyen genuinos medios de ascenso social.

La calidad educativa, para ir al segundo tema en debate, efectivamente puede considerarse inferior a la que se podría concretar si se dispusiera de tiempo y condiciones para cursar cinco años. El pensamiento mecanicista no reconoce el valor de las contradicciones, como sí lo hace el análisis dialéctico: el aspecto principal de la contradicción “inclusión social efectiva en educación versus calidad educativa” es inequívocamente el primero.

Pero, señora periodista Peiró, no hay tal “ejército de analfabetos”. De otro modo, ¿cómo podría explicarse que unos cuantos miles de compatriotas, de los casi 500.000 que consiguieron su título secundario gracias al Plan FinEs, ya estén cursando carreras terciarias (diplomaturas, tecnicaturas)?

Cuando alguien retoma a los 35 o 40 años algo inacabado, que en su momento estuvo asociado a un sentimiento de frustración e impotencia, es inevitable que reaparezca bajo la forma de “tengo miedo de fracasar de nuevo”. El apoyo de los tutores, el acompañamiento de los compañeros de estudio, la facilidad de contar con material de estudio provisto por el plan, todo contribuye a hacer “posible” este secundario en 3 años (30 materias, distribuidas en 6 cuatrimestres de 5 materias cada uno) certificados por los centros educativos de nivel secundario. El entrecomillado a la palabra “posible” alude a que este plan tiene un profundo sentido político, y así ha sido definida la política, nunca se sabe si debido a Aristóteles, Maquiavelo o Bismarck, como “el arte de lo posible”.

Política social con primacía de derechos, política de inclusión. No es la primera ni será la última vez que un pensamiento de derecha pone el acento en lo contrario de la inclusión: la exclusividad, lo dijo Norberto Bobbio enDerecha e Izquierda, hace justo 20 años.

Escrito por Horacio E. Anguita, compañero del Frente de Profesionales Evita

Fuente - Miradas al Sur: http://bit.ly/1rCSbeF

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